16.12.12

La Unión Europea que quiero


«La contribución que una Europa organizada y 
viva puede aportar a la civilización es indispensable 
para el mantenimiento de unas relaciones pacíficas.»
Declaración Schuman

Supongo que todos tenemos una idea de cómo debe ser la Unión a la que pertenecen 500 millones de ciudadanos europeos. Yo no soy una excepción, así que aquí presento cinco consejos que, en mi opinión, contribuirían a una mejor integración:


1. No más ampliaciones

No se trata de establecer los límites de la Unión de una vez y para siempre; aunque eso es algo que, evidentemente, tendrá que tener lugar en algún momento del futuro. Sin embargo, una organización a 28, con los actuales sistemas de adopción de decisiones, con cada país del Consejo teniendo capacidad de veto en temas clave, es evidente que debe establecerse una moratoria a las ampliaciones. Durante la próxima década, al menos, Croacia debería seguir siendo el último Estado miembro en ganar la adhesión. Hay que barrer la casa antes de invitar a más gente.

2. Reducir el papel del Consejo Europeo y del Consejo 

Creo que es imperativo que el Consejo Europeo vaya reduciendo paulatinamente su poder y su papel dentro de la Unión. La naturaleza particular de esta como organización internacional hace bastante difícil conseguirlo, pero no imposible, dada la vocación federalizante que tiene.

También el Consejo debe verse restringido, en mi opinión, a su papel legislativo, y abandonar sus funciones ejecutivas en beneficio de la Comisión, lo que lograría una clarificación de las funciones que iría en beneficio de los ciudadanos y dotaría de mayor racionalidad al sistema.

3. Mejorar y empoderar la Comisión Europea y el Parlamento Europeo 

Se trata de dos instituciones absolutamente necesarias en el proceso de integración. La Comisión Europea, como guardiana de los Tratados, tiene la misión primordial de garantizar el interés general de la Unión. Pero con cada reforma de los Tratados se ha visto más y más perjudicada, y con ella la propia Unión Europea. Es imprescindible revertir esta tendencia y darle el papel de motor ejecutivo que el proceso de integración necesita. Un paso no pequeño en este sentido, por su valor racionalizador, sería reducir el número de comisarios, para que sea un número menor al de Estados miembros. El Tratado de Lisboa  así lo prevé, pero el Consejo Europeo ha dado marcha atrás, cediendo al chantaje de Irlanda.

La otra gran institución que debe ser favorecida es el Parlamento Europeo, que representa directamente al medio billón de ciudadanos europeos. No obstante, en este caso ha ocurrido lo contrario que con la Comisión. Cada reforma se ha saldado con un poder cada vez mayor para la Eurocámara, aunque esto se ha debido, en gran medida, a la propia acción de los parlamentarios, que se han asegurado que su voz contara más y más. Aún hay cosas por hacer, sin embargo. Por ejemplo, el procedimiento legislativo ordinario, a través del cual Parlamento Europeo y Consejo colegislan en pie de igualdad, debe dejar de ser el proceso «ordinario» para convertirse en el «único».

4. Más integración

Finalmente, es necesario reformar los Tratados para consolidar la integración europea, en busca de esa «unión cada vez más estrecha» entre los pueblos de Europa que es el declarado objetivo de la Unión. Pero los protagonistas de esta integración han de ser los ciudadanos, y no los Estados. Mi opinión es desde hace años que el principal motivo por el que fracasó el Tratado Constitucional fue porque este se presentó al pueblo como un mamotreto cocinado entre tecnócratas. Hay que cambiar eso, y volver a ilusionar con lo que es, en palabras de Hollande, la más bella aventura de nuestro continente.

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