18.9.12

Futurolandia

Coches que vuelan…


«Me interesa el futuro porque es el sitio 
donde voy a pasar el resto de mi vida».

Una de las cosas que me encantaba leer cuando era niño eran los reportajes que intentaban despejar la oscura niebla del futuro y ver qué ocurriría a veinte, treinta o incluso cien años vista. Como los horóscopos, tales artículos casi nunca acertaron. Pero como ellos, es interesante ver en qué se equivocaban. Puedes ver un interesante recuento de estas predicciones fallidas en la web Paleofuture.com, organizadas por décadas.

Sin embargo, es difícil resistirse a jugar a ese juego. Por supuesto, es altamente probable que lo que describa nunca llegue a suceder, al menos no exactamente como se describe aquí, pero estas son cinco predicciones tecnológicas sobre el futuro. Son cinco cosas que, en mi opinión, existirán de manera generalizada a más tardar en las próximas dos décadas.


I.    I'm on my way, Michael!

En realidad, en este caso estoy haciendo trampas. No se trata de una invención del futuro, sino que es algo que ya está aquí. En efecto, después de varios experimentos en la misma dirección, Google ha dado por fin con un sistema que permite a los coches conducirse por sí solos.

Estos coches ya pueden usarse legalmente en el Estado norteamericano de Nevada, y es de suponer que dentro de no mucho tiempo se usen ampliamente en todo el mundo.

Este es el video promocional que usa la propia empresa para promocionar el ingenio:


Las posibilidades de un coche que no necesita conductor son muy amplias ya que, por ejemplo, ahorraría tiempo de aparcamiento, pudiendo enviarlo solo al garaje y llamándolo para que venga a recogerte, como si fuera una suerte de taxi.


II.    Lo siento, no hablo Swahili

Es una verdad ampliamente reconocida que las lenguas son una de las riquezas inmateriales de la Humanidad. Pero es igualmente innegable que los idiomas son frecuentes fuentes de conflicto. En todo caso, la capacidad para comunicarse con, literalmente, todo el mundo, es una de las fantasías que han vislumbrado desde siempre los escritores de la ciencia ficción.

La tecnología necesaria para ello ya existe, en estado embrionario. Solo es necesario perfeccionar lo que tenemos:
  • Un dispositivo de reconocimiento de voz. Lo primero que es necesario, por supuesto, es que el traductor universal sea capaz de entenderte. Google está avanzando mucho en la materia, a través del reconocimiento del habla, al menos inglesa, de los vídeos de su filial, Youtube.
  • Un sintetizador de la voz. En efecto, es necesario que el intérprete automático pueda expresar la traducción de un modo comprensible para el oyente. Aunque queda mucho camino por recorrer, las voces sintéticas han mejorado notablemente en el último lustro.
  • Lo más importante, el propio dispositivo traductor automático. De nuevo, ha sido Google quien ha llegado más lejos en este sentido —por raro que parezca, esto no es un publirreportaje, ni recibo un duro de la compañía de Mountain View, lo juro—.  A diferencia de los primeros traductores automáticos, que realizaban una traducción prácticamente literal, Google pretende imitar la interpretación humana de textos. El sistema que sigue, según explica la propia compañía, es analizar ingentes cantidades de textos previamente traducidos por humanos, y encontrar coincidencias estadísticamente demasiado significativas para haber ocurrido por azar, y dejar que la máquina aprenda.

Mucha gente se queja, con razón, de que la traducción automática es un proceso aún demasiado imperfecto. Sin embargo, estas críticas no tienen en cuenta lo muchísimo que se ha avanzado y el poco tiempo que ha llevado. En dos décadas, el sistema podría ser suficientemente fiable como para usarse con carácter generalizado, haciendo aún más pequeña la aldea global.


III.    Alterando los genes egoístas

Desde que Watson y Crick descubrieran, a principios de los cincuenta, la estructura doble helicoidal del ADN, la genética ha experimentado un extraordinario impulso. Este camino está plagado de grandes hitos, el más importante de los cuáles, en la memoria colectiva, fue la clonación de la archiconocida oveja Dolly.

La modificación genética de organismos ha planteado siempre importantes problemas técnicos, éticos y jurídicos (entre estos últimos, la patentabilidad de secuencias genéticas, de las que hablaré otro día). No obstante, parece que es un camino que hemos emprendido sin retorno. Las posibilidades que ofrece son infinitas: en la cura de enfermedades, la disminución del hambre en el mundo, biocombustibles y nuevos materiales. Pero el manejo de una tecnología que no entendemos aún plenamente también lleva consigo importantes riesgos. Si se nos va de las manos, quién sabe cuál puede ser el resultado final.



IV.    Viaje al interior de la célula

Cuando la Guerra Fría estaba en su esplendor, los dos grandes gigantes se la medían en el campo de la aeronáutica. Y como en todo, el tamaño importaba. Mientras la Unión Soviética era una dictadura que podía emplear todos los recursos a su alcance para hacer morder el polvo a su archienemigo, Estados Unidos era una democracia que tenía que emplear sus recursos para contentar a sus ciudadanos, además de noquear a los ruski. Por lo tanto, necesitaban dispositivos más pequeños y eficientes, y acabaron inventando la miniaturización.

El máximo exponente de esta tendencia es la nanotecnología, la invención de ingenios microscópicos que se miden en nanometros, no en metros. El uso de robots invisibles para las más variadas tareas también lleva consigo importantes reparos, pero no es menos cierto que ofrece grandes posibilidades, por ejemplo, en el campo de la medicina.



V.    Vente a Saturno, Pepe

Este es el más improbable de los escenarios y, con toda seguridad, no habrá ocurrido para 2032 —ni, para el caso, para 2132—. Sin embargo, es posible que empecemos a trabajar en este sentido en algún momento próximo del futuro. El explorador que el ser humano lleva dentro es demasiado ruidoso para acallarlo con argumentos realistas. Además, los recursos en este planeta parecen estarse agotando con rapidez (para ser honestos, nosotros los estamos agotando), así que emigrar muy lejos puede llegar a convertirse en nuestra única posibilidad de supervivencia. Por eso, la terraformación, la ciencia para convertir otro mundo en nuestro mundo, mediante la transformación de sus características físicas, puede convertirse en nuestra única esperanza. Como diría Carl Sagan, «todas las civilizaciones se vuelven viajeros espaciales, o se extinguen».


Y tú, avezado lector, ¿cómo crees que será el Futuro?

12.9.12

Totoro: A making of

Hace unos días me propuse hacer un Totoro —el entrañable personaje protagonista de la película de Hayao Miyazaki— de peluche para darlo como regalo de cumpleaños.

Primero, hicimos un Totoro versión «beta», a partir de telas viejas, para ver si éramos capaces de afrontar uno lo suficientemente decente como para que sirviera de regalo.

La primera versión resultó así:


Como el primer paso resultó bastante bien, y aprendimos de nuestros errores, nos pusimos manos a la obra con el definitivo. Lo primero fue comprar la tela, que es de lo más barata, y marcarla siguiendo el patrón:


Lo siguiente fue recortar y coser, a mano o a máquina, las diversas partes.


Y finalmente, rellenar y unir las partes. El resultado final fue este:



Especial mención y agradecimiento a Cheek and Stitch, que con su tutorial hicieron posible este trabajo =)




1.9.12

Sobre la blasfemia





«La libertad de expresión constituye uno de los
pilares esenciales de una sociedad democrática y
una de las condiciones básicas para su progreso y
para la auto realización de cada individuo. [Ésta] no
es solo aplicable a la “información” o a las “ideas”
que son recibidas de manera favorable, o que son
consideras inofensivas o con indiferencia, sino
también a aquellas que ofenden, son chocantes
o perturbadoras. Tales son las exigencias del
pluralismo, la tolerancia y la amplitud de miras sin
las cuales no puede existir una “sociedad
democrática”».

TEDH

Como afirma el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en la frase precedente, la libertad de expresión —y su hermana gemela, la libertad de información— es uno de los fundamentos absolutamente imprescindibles para el desarrollo de una opinión pública informada y libre, lo que a su vez es un requisito necesario para la existencia de una sociedad democrática.

Sin embargo, el ejercicio de la libertad de expresión —como ocurre frecuentemente con los derechos fundamentales— no es irrestricto, sino que está sometido a importantes límites, deberes y responsabilidades para aquellos que la ejercen. Debido su potencial para chocar con los derechos de otros, en ocasiones es necesario operar un equilibrio, de manera que ninguno de los derechos en conflicto quede absolutamente destruido o, si tal cosa es inevitable, para que prevalezca el más valioso.

Uno de estos derechos capaces de colisionar con la libertad de expresión es la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. En un contexto de conflicto entre ambas libertades, en general es la primera la que debe ser respaldada. En efecto, la democracia implica la capacidad de la gente de expresar ideas que puedan resultar molestas para la mayoría. Sin embargo, hay tres supuestos en los que se entiende que debe prevalecer la libertad religiosa. En primer lugar, en casos de difamación: el insulto deliberado y no provocado hacia personas e instituciones. En segundo lugar estaría el discurso de odio: la promoción del odio o la violencia hacia un grupo religioso. El tercer caso es la difamación, esto es, el desprecio hacia una particular religión, mediante la denigración o la mofa de sus dioses o de su doctrina.

No obstante, aunque caben pocas dudas de que las dos primeras cuestiones merecen una reprobación pública, la blasfemia es mucho más delicada. La línea que divide la crítica legítima de la religión y lo que puede considerarse blasfemo es muy fina y difusa.

Aunque en los países europeos las leyes antiblasfemia están generalmente en retroceso, España es uno de los países que aún conserva este tipo de normas. Así, el artículo 525 del Código penal dispone:

1. Incurrirán en la pena de multa de ocho a doce meses los que, para ofender los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa, hagan públicamente, de palabra, por escrito o mediante cualquier tipo de documento, escarnio de sus dogmas, creencias, ritos o ceremonias, o vejen, también públicamente, a quienes los profesan o practican.

2. En las mismas penas incurrirán los que hagan públicamente escarnio, de palabra o por escrito, de quienes no profesan religión o creencia alguna
.
Aunque el precepto pretende un cierto equilibrio —pues dispone también penas para los que hagan escarnio de ateos y agnósticos— está claro que cabe dentro de la categoría de ley antiblasfemia, al menos su punto primero.

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha considerado que los Estados tienen un amplio margen de apreciación a la hora de considerar qué puede entenderse por blasfemia, siempre bajo la supervisión europea. Así, el Tribunal ha entendido que no viola el Convenio Europeo de Derechos Humanos, entre otras cosas:
  • La condena al autor de una novela (Yasak Tümceler), en la que se dice «El mensajero de Dios [Mahoma] rompió su ayuno con sexo, tras la cena y antes de la oración. Mahoma no prohibió las relaciones sexuales con personas muertas o animales vivos» (caso IA c. Turquía).
  • La censura previa de un cortometraje (Visions of Ecstasy), que retrata a Santa Teresa a horcajadas sobre el cuerpo yacente de Cristo crucificado cometiendo un acto de naturaleza abiertamente sexual (caso Wingrove c. Reino Unido).
  • La censura y confiscación de una película (Das Liebeskonzil), donde Dios Padre es presentado como un idiota senil e impotente, Cristo como un cretino y María como una mujer lasciva; y la Eucaristía es ridiculizada (caso Otto-Preminger-Institut c. Austria).

En mi opinión, sin embargo, las leyes antiblasfemia abren una peligrosa puerta a la censura. En todos los casos anteriores, las sentencias han contado con importantes votos particulares disidentes con el fallo. Es evidente que la mofa con la mera intención de zaherir a las personas es un acto difícilmente disculpable. Pero las ideas, en cambio, mejoran y evolucionan a través del diálogo, la discusión y la confrontación. Las ideas de naturaleza religiosa no deberían ser una excepción a ese principio general. Una sociedad democrática no debería temer al debate, no importa el tema a tratar o los términos en que se desarrolle.