9.1.12

Por qué «matrimonio»

«Se empieza cediendo en las palabras,
y se acaba claudicando en el fondo».
–Sigmund Freud–



Los que vieron el programa ‘Tengo una pregunta para usted’ recordarán que algún ciudadano preguntó a Rajoy si estaba de acuerdo con las bodas gay; y él (amable que estaba) dijo que sí, pero no con que se llamaran ‘matrimonio’.
El comentario de hoy podría parecer fuera de tiempo o lugar. La ley que permite a los homosexuales casarse –entre sí– ya está aprobada por el parlamento y es de difundida vigencia. Pero, no hay que olvidarlo, contra ella pesa un recurso de inconstitucionalidad que permitiría, de prosperar, la desaparición de la igualdad conseguida. Por ello, por una vez, me pongo en mi papel de abogado para analizar las causas de por qué lo nuestro es, también, matrimonio. Y lo haré revisando, precisamente, los argumentos de los que dicen que no debería llamarse así.

•  Argumento Histórico. Dicen que el matrimonio siempre ha sido una misma cosa, y que por tanto debería seguir siéndolo. Los que sostienen esta tesis olvidan que, a lo largo de la historia lo que se ha denominado ‘matrimonio’ (matrimonium en el Derecho romano) ha ido evolucionando continuamente desde su fundación. De hecho, muchos de los cambios más espectaculares que sufrió fueron promovidos por la Iglesia católica. Así, en un principio, la palabra matrimonio hacía referencia a una unión sin formalismos y desde luego para nada indisoluble entre un hombre y una mujer. Después de eso, el matrimonio pasó a ser una unión indisoluble, con iguales derechos y deberes, luego de nuevo fue quebrantable, se le ha concedido a unos grupos y negado a otros, etc. Pero, replicarán aún los retrógradas, lo que nunca ha cambiado es que siempre ha sido heterosexual. Este es, desde luego, un argumento espurio (cuando el matrimonio se hizo indisoluble, hasta entonces siempre había sido divisible, cuando se concedió a los esclavos, siempre había sido una institución entre personas libres, etc.).

•  Argumento Lingüístico. Esta es una de las premisas más absurdas, desde mi punto de vista. Dicen que la palabra ‘matrimonio’ proviene de ‘mater’ (madre en latín) y que, por ende, solo cabe en una pareja en la que una de las partes puede ser madre. Considera el siguiente caso como analogía. Una mujer va a un juez para explicarle que su marido le da palizas monumentales, que la tortura a ella y a sus hijos, a uno de los cuáles incluso el hombre viola periódicamente. Por ello, la mujer pide protección a la justicia y que se le conceda la custodia de sus hijos. Si viviéramos en un mundo en el que este ‘argumento’ se cumpliera a rajatabla el juez sin duda le contestaría: ‘Señora, la entiendo y créame que comparto su dolor, pero la ley me ata. No puedo concederle la patria potestad sobre sus hijos porque la expresión ‘patria potestad’ viene del latín ‘derecho del padre’ (pater potestas), así que con mucho pesar, concedo la custodia de sus hijos al maltratador pederasta’. Absurdo, ¿verdad?

•  Argumento Constitucional. Dice el art. 32 de la Constitución: ‘El hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica.’ Lo que NO dice la Constitución: '‘Sólo el hombre con la mujer podrán contraer matrimonio’; ‘El matrimonio es una realidad únicamente heterosexual’; ‘La lista de derechos contenidos en esta Constitución excluye cualesquiera otros que puedan ser aprobados en el futuro’. Si dijera alguna de estas cosas, mal lo llevaríamos. Pero la realidad es que, aún entendiendo que nuestra Carta Magna sólo reconoce el derecho a bodas heterosexuales, eso no impediría, de ninguna manera, que en vía legal se ampliara este derecho.

Argumento moral y/o religioso. Este directamente me lo salto. Lo que SÍ dice la Constitución es que vivimos en un Estado aconfesional, donde cada quien tiene derecho a formarse su propio código ético, religioso y moral, respetando siempre los derechos de los demás.

Lo que subyace en esta prohibición no es otra cosa que una intención discriminatoria: un ‘nosotros’, distinto de un ‘ellos’ (por lo que, lógicamente, ellos no pueden llamarse igual que nosotros, porque entonces seríamos lo mismo). Lo que tampoco ha cambiado sobre el matrimonio a lo largo de la historia es que se ha usado como arma de discriminación (los esclavos de la antigua Roma no podían tener matrimonio, sólo contubernium, una especie de unión civil; los judíos no podían casarse con los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, los negros no podían contraer nupcias con los blancos durante el Apartheid; y así un largo etcétera).
El uso de la palabra matrimonio garantiza, al menos en el plano ideal, la igualdad de dignidad y derechos entre la cristalización formal del amor heterosexual y el homosexual. Esta igualdad no es sólo un derecho, sino que también es un deber el luchar por ella incansablemente.

Publicado originalmente el 21.4.2007

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